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jueves, 29 de diciembre de 2011

Eso es lo que quiero.

Querer tirarte desde un avión en paracaídas y con el viento rozándote las mejillas, con el único apoyo de un botón y tener frente a tus ojos una ciudad inmensa, tranquila como jamás la habías visto, infinita, serena y soñadora. Mientras, vas perdiendo altura. Desciendes hasta que estás a escasos metros del suelo. Ya has soltado toda la adrenalina de tu cuerpo pero algo te pide más, te pide que no acabe, que dure toda la vida, pero al final aterrizas, y en ese momento, en el momento en el que posas tu punta del pie en el suelo vuelves a la realidad, al mundo de siempre, al que ves cada mañana cuando miras por la ventana de tu cuarto. Ahí te das cuenta que durante un instante de tiempo has podido tener tu libertad en la palma de tu mano sin que nadie te juzgue ni te interrogue.


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